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Colmo del cirujano: “Me llamo Carnicero y mis pacientes no se asustan”

  • Foto del escritor: La Pampa
    La Pampa
  • 8 sept 2016
  • 3 Min. de lectura

EL PESO DE TENER UN NOMBRE LLAMATIVO

Juan Manuel tiene 31 años y desde la facultad recibe bromas sobre su apellido y la profesión que eligió. Pensó en cambiarlo, pero ahora lo lleva “con orgullo”.

¿Cuál sería el apellido más inapropiado para un médico? ¡Carnicero! Una chanza del destino, así se llama Juan Manuel, “especialista en cirugía general”. Es, de alguna manera, como si un plomero se llamara Juan Carlos Cañorroto.

“Cuando estudiaba en la Universidad, el chiste fácil siempre era el mismo: ‘no se te va a ocurrir trabajar como cirujano, ¿no?’”, cuenta, con gran sentido del humor, Juan Manuel, que está a punto de terminar un posgrado en cirugía plástica. “Al principio pensaba que me convenía cambiarme el apellido, pero con el tiempo me fui dando cuenta de que los pacientes se lo toman con mucha gracia: no se asustan”, sigue el doctor. “Y que además tengo una ventaja: siempre me van a recordar”.

–Si te lo cambiabas, ¿qué apellido te hubieras puesto?

–Pensé varias opciones. Le podría haber sacado una letra a Carnicero y que quedara Carnicer... O usar la traducción de Carnicero en inglés: Butcher. O directamente llevar el apellido de mi mamá, que se llamaba Teresa Pitz. Pero no: preferí mantener mi apellido original.

-Peor hubiera sido que te llamaras Malapraxis. Ahí sí que te tendrías que haber dedicado a otra cosa.

-Sí, se me hubiera complicado.

-¿Y si ganaras el Nobel de Medicina? ¡Qué revuelo se armaría!

-Sí (se ríe). Sería impresionante.

Soltero, Carnicero tiene 31 años. Nació y se crió en Winifreda, La Pampa, una localidad de 3.500 habitantes ubicada al norte de Santa Rosa. Luego, se recibió en la Universidad Nacional de Córdoba y, desde hace cuatro años, vive en Caballito. Con la agenda completa, trabaja en el Hospital de Clínicas, el Sanatorio de la Trinidad, el Instituto del quemado y la Maternidad Santa Rosa.

El sábado, Juan Manuel leyó en este diario la historia de Luciana Cáncer, contadora y escritora que tampoco se aflige por su apellido, al contrario. “Me llamo Luciana Cáncer. El significado de Luciana es prometedor: ‘La que nació de la luz’. De algún modo, pienso, refiere al sol. El apellido, en cambio, es el lado oscuro de mi nombre... En primer año de la facultad me di cuenta de que los profesores preferían llamarme Luciana. Era la única alumna a la que no llamaban por su apellido”, relató ella. Y agregó: “Me pregunto si nunca me casé por miedo a la antigua fórmula posesiva ‘Luciana Cáncer de...’”.

Mirá también: Mundos íntimos. La gente se asusta cuando sabe que mi apellido es Cáncer “Me sentí identificado con Luciana”, suma Juan Manuel. “Yo me llamo Carnicero y lo llevo con mucho orgullo”.

–¿Te gusta el fútbol?

–Sí, y soy de Boca, fanático.

–Tu apellido le vendría muy bien a algún marcador central de pierna fuerte, como el Patrón Bermúdez.

–Sí, o a Chicho Serna.

Carnicero –sigue Juan Manuel– es un apellido español. “Tengo entendido que nuestro bisabuelo vino de Pamplona”, explica.

-Me imagino que te gusta la carne en todas sus versiones.

-Sí, el asado, el vacío, la entraña... Y creo que no me voy a convertir al vegetarianismo...

Juan Manuel tiene un hermano mellizo, Julio César, que también forma parte del gremio de los galenos: es odontólogo y se dedica a la “cirugía y traumatología maxilofacial”. No menos chispeante, con histrionismo como para llevar adelante algún show de stand up en la avenida Corrientes, aporta: “Es divertido que nos llamemos Carnicero... Es como si el apellido de un traumatólogo fuera Hueso, o el de un otorrinolaringólogo, Garganta”. Y plantea: “Más allá de nuestro apellido, lo que nunca hay que dejar de lado es el profesionalismo”.

Julio César trabaja en los hospitales Piñero, Eva Perón y Polo Sanitario y en la clínica San Camilo. “A veces, para evitar algún prejuicio, cuando llaman a los pacientes por los altoparlantes, las secretarias prefieren decir: “fulano, en el consultorio cuatro, lo espera el doctor Julio César...”.

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Propia de un sketch de Diego Capusotto, la historia de los Carnicero no termina ahí. La hermana mayor de Juan Manuel y Julio César, María Florencia, también es médica, en este caso, pediatra. Ella vive y trabaja en La Pampa. “El que inició esta tradición familiar, en la que todos nos dedicamos a la salud, fue nuestro padre, Norberto, que tiene 81 años y, hasta que se jubiló, trabajó de odontólogo”, suma Juan Manuel. “En Winifreda lo conocen todos. Pero a veces, cuando venía alguien de afuera, le decían: ‘si te duele una muela, te va a atender Carnicero’... Y creían que se estaban refiriendo al que vende la carne”.

PD: quien firma esta nota nunca podría haber trabajado de policía. O tal vez sí, quién sabe.

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