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Impuesto a la riqueza: «Está en línea con lo que hizo la Revolución de Mayo»

Alejandro Rabinovich es doctor en Historia e investigador del Conicet, además de un reconocido escritor. Radicado desde hace algunos años en Toay, su mirada de los acontecimientos históricos y la vinculación con el presente resulta indispensable para buscar en el pasado las posibles explicaciones o respuestas sobre lo que ocurre actualmente.


«Los pueblos avanzan en función de, entre otras cosas, la conciencia histórica que tienen. Es fundamental, cuando se tienen desafíos, cuando se tienen que adaptar a una nueva situación, tener una conciencia histórica», sostuvo.


Rabinovich visitó hace unos días La Parte y el Todo, en CPEtv. «En nuestro caso, el 25 de mayo, nuestra historia patria, es parte de nuestra conciencia histórica y a medida que la vamos repensando y revisitando nos vamos cambiando nosotros mismos. En función de los desafíos que estamos afrontando, volvemos a la historia, la volvemos a mirar con otros ojos y la interrogamos con nuevas preguntas», reflexionó.


El autor de «Anatomía del pánico» (Editorial Sudamericana) aseguró que la pandemia actual, una situación inédita para nuestro país, puede, de algún modo compararse con el enorme desafío que la sociedad rioplatense de 1810 enfrentaba al atravesar una increíblemente incierta situación política. «Tuvieron que adaptarse a un mundo nuevo y buscar maneras nuevas de hacer las cosas, lo hicieron con muchas dificultades, muchas contradicciones», aseguró.


«Si hay algo que nos enseña nuestra historia patria es que nuestros políticos, nuestros dirigentes y la gente misma se dividieron desde el primer momento. Las rencillas, las luchas, las divisiones, cómo se afrontaba ese desafío nuevo, surgieron desde el primer día y sin embargo, pese a esas dificultades, terminaron afrontándolo con dignidad y con más empuje hacia delante que lo que los dividía. Es una buena lección histórica. La lección que nos deja es que no necesariamente las peleas en política son algo negativo», opinó.


-Ya estaba la grieta

-La gente que busca una política sin conflicto o donde no haya grieta, como decimos hoy -que para mí es una palabrota-, por ahí muchas veces está teniendo un imaginario que es más peligroso que lo otro, un imaginario donde todos piensan lo mismo. El conflicto es bueno, es necesario. En el momento, por ahí la posición del otro irrita y por ahí a uno le parece que ese otro es insalvable por tener otra posición, pero en el fondo la república funciona así. Si hay algo que se inventó en ese momento fue que nosotros, como pueblo, somos los detentores de nuestra soberanía y nos tenemos que arreglar con nuestras diferencias. Está previsto en nuestro sistema político, en nuestro ser político, el hecho de que pensemos distinto, que haya sectores con intereses distintos y, pese a todo, nos tenemos que encontrar en el momento de afrontar un desafío. Eso es lo que tenemos hoy.


-Hoy está en discusión el impuesto a la riqueza. La Revolución de Mayo se financió imponiendo una carga de impuestos a los sectores que más tenían, reclamándole a las damas sus joyas… ¿Siempre Argentina, en momentos de crisis, acudió a los impuestos hacia los sectores más pudientes?

-No solo Argentina. Hay muchos países que lo están considerando en este momento y los países a los que mejor les va, que son más estables en el tiempo, son aquellos que gravan más la riqueza extrema. De eso se está hablando en este momento. Incluso lo que plantea el gobierno actual no es establecer un impuesto de ahora y para siempre, sino algo extraordinario. En este caso, la medida está más alineada con lo que ocurrió con la Revolución de Mayo. Entonces se lo llamó «contribuciones extraordinarias». El comandante que tenía que armar el Ejército, el presidente, el gobernador o el que fuera, decía: «Tenemos que juntar 200 mil pesos de acá a dentro de tres días porque no hay otra, porque vienen los realistas, porque nos van a matar a todos o porque el desastre va a ser peor». En esos casos, pasaba lo mismo que ahora, tampoco se puede esperar que los ricos que van a pagar ese impuesto estén contentos ni que salgan a aplaudir.


-Las damas de entonces no entregaron sus joyas voluntariamente.

-Te puedo asegurar que no. Pero lo de las damas fue anecdótico, lo importante fueron los aportes de las grandes casas de comercio y los grandes comerciantes de Buenos Aires, que son los que tenían los fondos. Y la medida de ese entonces fue completamente confiscatoria. Imaginate que les daban un vale supuestamente a cobrar. Para la campaña al Perú, San Martín le compraba a los comerciantes las cosas que necesitaba, fortunas en víveres, en armamentos, en navíos, mulas… Y les entregaba vales a cobrar en el futuro Estado del Perú, no en el de Argentina o Chile. Era algo así como decirles: «Confíen en mí, esperen, porque voy a conquistar ese país, voy a hacer un Estado y ese Estado nuevo les va a pagar».


-¿Y les pagó?

-Muchos de ellos terminaron cobrando y muchos fueron a la ruina. El que en ese momento estaba financiando al Virrey, perdió.


-Hubo una corriente muy antisanmartiniana que incluso lo llevó a juicio por los fondos que recaudó para su campaña.

-San Martín se va del Río de la Plata porque lo metían preso. ¿Por qué se fue a Francia?


-¿La acusación a San Martín era de corrupción?

-Y de abuso de poder. Y sobre todo, lo que no le perdonaban, que era algo así como una traición a la patria, fue cuando en 1819, cuando Rondeau, que era el director supremo le da la orden de traer al Ejército de los Andes para salvar a la capital, que estaba asediada por las fuerzas federales de Estanislao López, y él le dice que no. Y era una orden directa la que le habían dado.


-De ahí quedó la frase de San Martín sobre no levantar su sable contra otros argentinos.

-Esa es la explicación más noble que existe, de que él no quería participar de una guerra civil, pero en realidad él estaba comprometido con un proyecto continental y temía que ese Ejército se le revelara si el venía para las provincias. Entonces, prefiere jugársela a liberar el Perú. Toma una decisión que va en desmedro de Buenos Aires.


-Una grieta insalvable entre la Argentina chiquita de Buenos Aires y el proyecto latinoamericano de San Martín y Bolivar.

-Y tiene que ser salvable igual. No es que los porteños son mala gente porque querían salvar su ciudad y querían evitar que vinieran los caudillos del Litoral y les aten los caballos en la pirámide de mayo. Ese Estado, el Directorio, el Congreso de la Nación, colapsó, desapareció de la faz de la tierra, entre otras cosas, porque San Martín no lo vino a defender. Ahora… ¿San Martín qué dice? Tengo que elegir -y esto en política es así todo el tiempo- entre dos males o dos intereses. San Martín tenía que elegir entre los intereses de la capital o el proyecto americanista.


-El presente o el futuro.

-Un presente o un futuro. Los otros también tenían un futuro posible, que era el de retomar una Argentina más chica, con un liderazgo fuerte de Buenos Aires y dejar que el resto se arregle. Y, eventualmente, hasta negociar con el Rey. Ese también era un futuro posible.


El tesoro del Potosí.


Uno de los pasajes que relata Rabinovich en "Anatomía del Pánico" es el de la retirada del Ejército revolucionario de Potosí tras la derrota de Huaqui. En su desordenado repliegue, los revolucionarios asaltan el tesoro de Potosí y lo traen a lomo de mula hasta el actual territorio argentino, una decisión que, a la postre, salvaría a la revolución.


"La cantidad de dinero que traen, es como si hoy fuera el crédito del FMI. Era una cantidad de dinero inconcebible, en un momento de pobreza absoluta. Cuando llegó ese dinero a Tucumán, donde ya no había circulación de metal, cambió todo. Esa decisión de Pueyrredón fue dramática, porque arruinaron a Potosí. Después, el Río de la Plata podrá decir cosas muy bonitas sobre el Alto Perú y sobre los beneficios de la revolución, pero el hecho de sacar los caudales de ahí fue la ruina completa para los comerciantes y a la gente de ahí. Arruinaron ese mercado y esa región. No se lo perdonaron nunca más, por eso es un país independiente", explicó.


"Se genera un gran resentimiento cuando ellos constatan que los oficiales provenientes de Buenos Aires privilegiaron los intereses de Buenos Aires. Cuando llegó la hora de la verdad, privilegiaron que la revolución prevaleciera en el sur a los intereses económicos de la región del Alto Perú. ¿Pero que otra opción tenían? La otra opción era rendirse. Hay momentos en que hay que enojar a alguien. En ese caso les tocó enojar a los altoperuanos, como a San Martín le tocó enojar a los cuyanos. Así se hicieron las grandes cosas", reflexionó. La Arena


 


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