Hoy, en esta columna de la revista Amigos del Museo, quiero recordar a los clientes de los boliches, aquellos que todos los días estaban firmes como "clavo'e techo", y cumplían horario religiosamente como en el laburo, y a los cuales yo llamaba cariñosamente "Los 14" (porque en la quiniela el número 14 es el borracho).
Texto extraído de "La Revista del Museo" Año 2 Nº 8
Pero antes de entrar en detalles, quiero pedir que nadie se sienta ofendido por lo que aquí escribo, porque a mí "Los 14" que menciono me dejaron en mis años de bolichero gratos recuerdos, y anécdotas que servían para hacer más placenteras las largas y duras horas detrás de un mostrador.
La gran mayoría de los que voy a nombrar ya no están más, lamentablemente, entre nosotros, pero a aquellos que aún quedan les pido que lo tomen con buen humor, y que ojalá esto sirva para arrancarles una sonrisa, y en cuanto a los que se fueron (que Dios los tenga en la gloria), yo pretendo que se los recuerdos con cariño, y como unas víctimas de ese flagelo que es el alcoholismo.
Quizá, el más representativo de "Los 14" fue El Pupi, un muchachito calladito y serio, que al primer vino se transformaba, como El Increíble Hulk, y empezaba a hablar y gritar, y correr carreras de caballos (cuando mozo fue jockey), molestando con sus gritos y ademanes a los truqueros, y cuando yo, como bolichero, le decía que se callara, él me respondía siempre con la misma cortesía: "Perdóname, jetón de mierda, no hablo más". Pero al minuto concertaba otra carrera y enfilaba ruidosamente para la raya de largada. El Pupi dejó innumerables anécdotas en su corta vida (Dios lo llamó a su lado siendo muy joven), todas muy risueñas, y que él mismo solía recordar y festejar, como esa vez que el "milico" lo llevaba detenido, y al pasar frente a la iglesia se le escapó metiéndose adentro, se arrodilló frente al altar, y aunque el policía le rogaba desde afuera "vení que tengo orden de llevarte" él elevando sus manos decía "no, ahora me entregué a Dios", y como a nadie se lo puede detener por estar rezando en una iglesia, el pobre milico se tuvo que ir sin poder cumplir la orden de su jefe; o esa otra vez que el policía lo cargó al hombro (se le había tirado al suelo) para llevarlo detenido, y él, como única defensa, ¡le mordió el lomo!, y cuando el milico lo soltó, dolorido, él escapó raudamente a su casa y se metió muy pancho en la cama, y como no se puede allanar un domicilio sin una orden, la policía lo tuvo que dejar. O esa otra vez, en el Wini-Bar de Falletti, cuando a altas horas de la noche dos policías, al oír sus gritos desde la calle, entraron y lo "invitaron" a salir y subir a la Estanciera (vehículo de la policía en esos momentos); en realidad los milicos, que eran amigos de él (él era amigo de todo el mundo), para no llevarlo preso le dijeron "te llevamos a tu casa, te acostamos y te quedas piola", ofrecimiento que él aceptó gustoso; así fue como lo llevaron, lo desvistieron, lo acostaron y lo taparon bien. El Pupi les agradecía una y otra vez la gauchada, hasta que se fueron; entonces él esperó hasta escuchar el coche policial que se alejaba, después se levantó, se vistió, y al ratito nomás estaba de nuevo en el Wini-Bar tomando otro vinito y corriendo y ganando carreras por una cabeza.
Otra de las figuras más populares del ambiente fue sin duda el amigazo Rosario, asiduo concurrente a cuanto boliche hubiese en este pueblo; tenía un montón de anécdotas que le gustaba contar en mi boliche, cuando era viejito, porque a pesar de su mala vida (cuando mozo fue domador y resero, y además desde muy joven le gustó "empinar el codo") llegó hasta cerca de los 90 años, y contaba, como digo, sus aventuras que eran muchas, y muy jugosas; como esa vez que se vino de a caballo desde la quinta de Alles (él vivió un tiempo ahí), y luego de estar truqueando en el boliche hasta que la noche se le vino encima (y teniendo además en el "buche" casi una docena de vinos), salió, montó su parejero y muy tranquilo se dispuso a volver al rancho; pero el Diablo metió la cola, y "le dio vuelta el pueblo", y el bueno de Rosario, luego de andar perdido en el medio del campo, desmontó su "Morito", lo ató al alambrado, desensilló, tendió su recado, se acostó sobre él y se durmió como un angelito, teniendo como techo el cielo y las estrellas. Pero al rato un vecino que venía desde Mauricio Mayer en su coche, al alumbrar con los faros conoció el caballo, se bajó, lo llamó (le gritó hasta quedar ronco), y al no obtener respuesta (¡ni siquiera se movía!), se asustó, creyendo que estaba muerto, y avisó en la comisaría; los policías rápidamente fueron a recoger el "cadáver", pero al llegar y enfocarlo con la linterna, se encontraron con los ojos asombrados de Rosario, que creyendo que estaba en su cama, enojado los insultaba: "¡qué quieren, milicos de mierda, que no dejan dormir tranquilo a un hombre bueno que no hace mal a nadie!". Tuvieron que explicarle que estaba acostado en la calle y preguntarle si estaba "descompuesto"; entonces este buen hombre empezó a recordar, y contó que al perderse y no encontrar en ninguna parte la quinta, ni menos la tranquera (estaba a no más de 10 metros de ella), se decidió a pasar la noche, hasta que viniera el día; pero cuando los policías se ofrecieron para llevarlo a su casa, Rosario agradeció, negándose gentilmente, ensilló de nuevo el pingo y al tranquito manso regresó, y ahora sí se acostó en su catrera.
O esa otra vez que también de noche, con un peludo doble pechuga y de a caballo perdido en el pueblo, andaba dando vueltas como "pavo loco" y se encontró de pronto con otro jinete, lo paró diciendo, por vergüenza, que era forastero y que quería llegar a la quinta de Alles, a lo que el otro señor, muy cortés, le respondió "perdóneme, don, pero yo también soy forastero, y es la primera vez que ando por acá, y lo invito a que sigamos juntos, porque yo también ando campiando una quinta"; y salieron los dos, al tranco manso de sus fletes; pero al pasar bajo una luz de la calle, se miraron y se reconocieron: "Pero ¡viejo atorrante!, ¡si vos sos Rosario!", "¡Y vos, mierda, sos el Gaucho Alambre!" (otro nativo de este pueblo); y ahí vino la mutua confesión: que los dos estaban mamados y perdidos en su propio pago.
Otro digno representante de "los 14" fue, mejor dicho, es, El Pajarito, un muchacho amable y servicial, siempre dispuesto a hacer algún mandado, o jugar de "peón" al truco, y que le gusta contar sus "hazañas". La más notoria fue cuando una noche salió "chupao" (como siempre) del boliche, rumbo a su casa, cuando recordó que llevaba en la cintura un hermoso cuchillo (cabo y vaina de plata), regalo de un amigo, y entonces, por miedo a que se le cayera sin que él se diera cuenta, lo llevaba en la mano; así iba El Pajarito derrapando de banquina en banquina con el arma empuñada (como un San Puta en contramano), cuando de pronto lo enfoca de frente con sus luces un coche, ¡y ahí comprobó que es mentira que los borrachos tienen suerte!, porque el hombre que se bajó a interrogarlo no era otro que el comisario, que hacía muy poco que estaba en el cargo aquí en el pueblo, y al preguntarle por qué andaba a esas horas ebrio y armado, que lo iba a tener que detener, El Pajarito, sin inmutarse, le preguntó "¿Y usted quién es para pararme en medio de la calle?". Fue entonces que el comisario, correctamente, se presentó y le explicó que hacía dos días que estaba a cargo de la comisaría, a lo que El Pajarito replicó, ofendido, "¿Y no le da vergüenza, dos días que está aquí y ya quiere mandar en el pueblo?, ¿y a un nativo, nacido y criado aquí, que no molesta a nadie, y que se va a dormir "la mona" a su casa?". Entonces el comisario, luego de mirarlo un largo rato, sonrió, le palmeó la espalda y le dijo "tiene razón, mi amigo, perdóneme", y estrechándole la mano agregó: "Buenas noches, y que descanse".
Otro gran candidato al título (bah... ese hace rato que es campeón mundial!) es El Cuzco, que una noche que regresó, como siempre con el tanque rebalzando (pedo doble ancho), regresó, como digo, a su pieza, no podía abrir la puerta, no andaba la llave, y luego de muchos intentos, de putear y bajar a todos los Santos (no se salvó ni Homero) corno se dice vulgarmente, y tratar de derribar en vano la puerta a patadas, recordó que hacía unos días que se había mudado de pieza, y de barrio, y claro.... otra era la cerradura.
Y para terminar, quiero recordar conjuntamente, aunque todos ellos tienen un hermoso récord y una historia aparte, quiero recordar, repito, a muchos de "Los 14" que fueron mis clientes, aunque yo sé que me olvido de otros tantos. Aquí van algunas de las grandes figuras que desfilaron por mi boliche: Gallina Negra, el Chimango Blanco, Lester, el Chile Nuestro, el Laucha, el Tolín, el Lucio, el chileno Matus, el Mondongo de Toro, el Lepra, Rabito, el Tobito, el Zito, Peperina, el Lobo del Pajonal, Azufre, Jardín Florido, Raviol de Fonda, Pocas Plumas, Poncho Corto, Don Juan Sin Miedo, Sonrisal, el Pobre Viejo, el Ciruja; y aunque yo sé que hay otros tantos que escapan a mi memorias, estos (titulares y suplentes), todos fueron muy dignos de jugar en el primer equipo del T.U.C.E.A. (Todos Unidos Contra El Agua).