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Foto del escritorFernando “Catuto” Ojeda

Luis Alberto García, molinero, apicultor, eslabón en la historia de nuestro pueblo

El Cabeza” García para sus amigos y compañeros de oficios y aventuras, dialogó con este cronista que busca la historia de nuestro pueblo, Winifreda, en las historias de sus protagonistas

Cronista: Fernando “Catuto” Ojeda.

_Yo empecé con Belke, con el "Chiche" Belke, tenía 11 años cuando empecé a trabajar con él. Antes de eso yo hacía otros trabajitos, lustraba botas, zapatos, vendía diarios. Yo no alcancé a terminar la escuela, terminé la escuela de noche. Antes de venir a trabajar con Belke, supe trabajar de “boyero” en lo de Juan Reinhardt. Ser “boyero” consistía juntar las vacas a la tardecita, ordeñar por las mañanas, ayudar a arreglar los alambres, poner boyeros, ayudar en la cocina a la patrona, en el patio hacer algún trabajito. Otros trabajos que supe hacer fue repartir batatas con el abuelo Germán González, también abuelo de “Tito” González. El abuelo González tenía una quinta, una chacrita. Ahí él producía, batatas, sandías, choclos, así que yo agarraba un canastito y recorría casa por casa a vender batatas así me fui haciendo en la vida. También trabajé con el Coco Ferrero en la venta de diarios, pero dejé al poco tiempo ese trabajo, no me convenía. Ahí es cuando me voy a lustrar zapatos y botas. Recorría los boliches, estaba el Club, “El Ta-Te-Ti” de Pereira, el Hotel-Cine Cervantes, y recorría otros boliches porque antes había cualquier cantidad de boliches, llegó a haber 43 boliches en el pueblo, así que mira, yo recorría algunos. Sábados y domingos cuando hacía algún pesito para poder ir al cine dejaba el cajón en “El Ta-Te- Ti” y me iba al cine. Al otro día iba al “Ta-Te-Ti”, buscaba el cajón y seguía el recorrido.



Luis Alberto García, molinero, hoy jubilado. Su papá se llamó Luis García y su mamá María Esther Avaro. 
Luis Alberto García, tiene tres hermanas, Teresa, Mirta y María Rosa.
Alberto junto a su esposa Amalia Esther Wilberger tienen 3 hijos Ezequiel (44 años), Maite (43 años), y Pablo Iván (42 años), y además tres nietos, Joel, Valentín y Ramiro.


Alberto trabajó como molinero con “el Chiche” Belke de los 13 a los 20 años, luego tuvo que hacer el servicio militar.


Con “El Chiche” Belke éramos varios, uno era “El Popa” Schwaller, Carlos Schall, “El Blanco” Fischer. Las jornadas de trabajo como molineros eran desde la salida del sol hasta su entrada. Las jornadas tenían una pausa sobre al medio día que es el momento del almuerzo, y continuaban después de una siesta a la sombra de algún caldén.


Alberto ¿en qué consistía su trabajo, en sus comienzos?

_De todo, bajar al pozo al Chiche o sacarlo, porque él era el único que se bajaba, la primera vez que me tocó sacarlo fue allá en lo de Souco, ese pozo tiene 60 metros. Esa vez me llevó a mí solo, me explico lo que tenía que hacer y de a poco lo fui sacando. Lo fui sacando con el torno, despacito, dándole a la manija, tanto para bajarlo como para sacarlo. “El Chiche” cuando me llevó a mí ya trabajaba por cuenta de él, antes trabaja con el padre. Así que cuando empezó me llevaba a mí, al principio eran trabajos chicos, cambio de suela, por ahí había que trabajar arriba en el molino, entonces me tocaba alcanzar algunas cosas, herramientas, así fui tomando confianza, hasta que agarré viaje. Al principio él no me dejaba bajar al pozo porque era chico, a medida que fui cumpliendo años me fue dejando hacer más cosas, recién a los 15 o 16 años me dejó bajar al pozo. La profundidad de cada pozo hace que uno tenga que aprender a manejar distinto la capacidad de respirar, si el pozo es hondo te suele faltar el oxígeno. Por pozo hondo se considera de los 50 metros en adelante, ya cambia la temperatura, la humedad. Cuando salís de ahí abajo ahí lo notás, y eso el cuerpo los pulmones lo van sintiendo. Algunos de los trabajos que suelen hacerse abajo en el pozo es desbarrar el pozo, sacar barro, eso significa que hemos tenido que estar muchas veces con el agua hasta el pecho sacando barro. Uno de los que trabajó con nosotros fue “El Machi” Montero. Una vez tuvimos que limpiar en el campo de Marrón, tres pozos seguidos. Ese trabajo de desbarrar capaz que nos tocó estar dos semanas o tres. “El Machi” andaba a caballo viste, porque el balde con el que sacábamos el barro tenía una piola que pasaba por una roldana, y esa piola iba atada al caballo que tiraba para así sacar el balde lleno de barro. Esos días había hecho un frío impresionante, en esos días hacían vientos fuertes y es cuando más hay que aprovechar porque en esos día el molino anda fuerte, ligero y se vacía el pozo mucho mejor y es ahí que nosotros aprovechábamos para desbarrarlo. A parte de nuestro trabajo, hay un bombeador que va sacando agua, de esa forma baja el nivel del agua y así sacar el barro de abajo. La cosa es que en esos días yo era uno de los que había bajado, ya tenía 18 años, en un momento me faltó el aire y además mucho más no podía sacar porque el agua ya me llegaba al cuello. “El Chiche” en ese momento dice bueno bajo yo, a mí me faltaban 50 centímetros, pero ya no podía cargar más el balde. Ese día estaba el viejo Marrón y le comenta al Chiche que si encontrábamos unos fierros abajo que antes se habían usado de contrapeso es porque ya estábamos en el final del pozo. La cosa que baja “El Chiche”, saca 3 o 4 baldes más de barro y aparece un fierro, así que habíamos llegado al final del pozo, para esto llevábamos una semana desbarrando el pozo. Ese día “El Machi”, que andaba a caballo tirando de la piola con la que tirábamos el balde, se baja del caballo congelado. Porque había que tirar entre 80 y 100 metros, y había un viento bárbaro, un viento frio, en un momento se baja para ir a hacer algo y se cae del frio que tenía, así que ahí nomás lo tapamos con una cobija, ese día fue fatal el frío. Es uno de los días más bravos que tuvimos que yo recuerde. El campo de Marrón queda en Colonia “El Destino”.



Alberto ¿Cuándo empezó a trabajar solo, o por su cuenta?

_Bueno cuando salí de la “colimba” me fui a trabajar un tiempo a los silos de la “Junta Nacional de Granos”, un día viene a buscarme Carlos Grosky “El Polaco” y él tenía herramientas para salir a trabajar como molinero, él había trabajado con el viejo Belke, papá de “El Chiche”. Así es como primero laburé en sociedad con Grosky, y mientras tanto ya desde cuando yo estaba con “El Chiche” trabajaba arreglando, manteniendo bombeadores porque acá en el pueblo antes había muchos bombeadores viste. Yo tenía una piola y una hamaca, los pozos tenían unos 20 metros y muchas veces tenía que bajar a arreglar esos bombeadores. De esa forma eran extras que hacía. Después si ya empecé a trabajar solo, debo haber tenido unos 23 años.


Alberto y Esther se casaron en 1975, estuvieron 5 años de novios. García nos cuenta que cuando trabajó con “El Chiche” Belke pudo comprar el terreno donde hoy se encuentra la casa, primero construyeron dos piezas y el baño, casa que continuó después de la “colimba” y ya con los recursos que lograba en su trabajo como molinero independiente.


_Cuando nos casamos primero vivíamos en una casita allá atrás de la casa del tío Gallego (Anselmo García). El Tío Gallego era todo para mí, me llevó por todos lados, ya de pichón me llevaba. Él tenía el boliche con Avaro, allá donde hoy está la casa de Priotti, ahí en esa esquina tenían un boliche grande, y ahí me crie con ellos, siempre me crie con la gente grande, ahí en ese boliche paraba el colectivo, llegaban las encomiendas ahí y yo las salía a repartir, me daban una propina, de esa forma me la rebuscaba.


Alberto vuelve sobre su devenir como molinero, le ha tocado vivir momentos difíciles en la tarea como molinero, su compañera Esther recuerda que cierta vez que le tocó bajar parte de ese pozo en el que bajó se supo desmoronar pero que finalmente Alberto salió ileso. Alberto también nos comenta haber tenido sucesos con las víboras…


_Una vez volvíamos del campo de Marrón y el mismo Marrón antes de que nos vayamos nos avisa que en una lagunita cerca del asfalto había una Yarará enroscada durmiendo en medio de esa lagunita, allá fuimos. Cuando llegamos me puse las botas, agarré la pala de cabo largo, ese día había otro muchacho que trabajaba con nosotros y le tiró una tosca viste, la tosca le cayó al lado, ahí la Yarará se desenroscó como si fuera un resorte, y empezó a saltar sobre el charco e iba cabeceando hasta que cruzó al otro lado del asfalto, y del otro lado del asfalto estaba lleno de yuyos. Entonces me tapé la cara un poco, ya con las botas puestas fui en busca de la Yarará, con la pala de cabo largo. Cuando cruzo lo primero que hago es escuchar bien sus ruidos, como ella se movía entre los yuyos secos, en un momento deja de hacer ruidos, y ahí muevo con la pala los yuyos, ahí se me largó encima, la alcancé a apretar con la pala ahí nomás, logré apretarla unos centímetros atrás de la cabeza. Y hace una fuerza “de la puta que lo parió”. “El Chiche” me pega el grito que hice y le digo acá la tengo apretada, si la largo me va a picar, así que buscó un palo que justo tenía una horqueta ese palo y ahí fue a darme una mano, así que saco despacio la pala, y se había enroscado en el cabo de la pala, cuando saco la pala se enrosca al palo, así que ahí “El Chiche” me dice apurate que si me quiebra el palo nos pica a los dos, ahí mismo le tuve que cortar la cabeza, 1.20 metros medía, por 7 centímetros de diámetro. Salimos en el diario después.


El hecho fue convertido en noticia un sábado 8 de abril de 1972. En la foto de la crónica breve sale Alberto sosteniendo la Yarará junto a Miguel Sereno y su papá Ángel Sereno quienes ayudaron a Alberto a cazar la Yarará. En la foto faltó “El Chiche” Belke.



_Otra vez me pasó en lo del “Piche” Krahn, esa vez ya fue un trabajo que fui a hacer por cuenta mía. Esa vez me tuve que defender de una víbora de Coral, la de los anillitos, rojos negros y blancos. Esa me tuvo mal, yo estaba en el pozo, un pozo de 90 metros, había ido con “Bertoloti” Oscar Bellendir, él se había quedado arriba y me alumbraba con un espejo (es una técnica que se usa para dar lumbre con el reflejo del sol, en tanto el molinero trabaja dentro del pozo del molino, sin esa luz no podría trabajar por la oscuridad reinante a 90 metros bajo tierra). La cosa que bajé con un fierro y tenía que arreglar una varilla, estaba sentado en la hamaca, tenía las patas en el agua, el pozo abajo es grande, por ahí veo que viene algo, y pensé ‘sapo no es, porque el sapo hace una ola distinta a la víbora´ y por ahí se fue acercando, se fue acercando y la tuve ahí cerquita, y ella buscaba el caño porque yo me agarré del caño viste, porque el pozo era tan grande que no me podía agarrar de las paredes, y me movía con el caño para todos lados y la víbora seguía el caño, para esto ya había levantado las patas, Oscar de arriba se dio cuenta que algo pasaba y me pregunta, entonces le digo hay una víbora que me sigue para todos lados, entonces me dice dale con el fierro, así que le empecé a pegar, y se re calentó, se iba y encaraba de nuevo pero con una velocidad, me encaró más de tres veces, hasta que le pude dar en la cabeza y ahí quedó viste, cayó al fondo del pozo, y la miraba, cuando terminé de trabajar, la agarré con la pico de loro y le di otro golpecito en la cabeza por las dudas, la metí adentro de la bolsa y así la saqué del pozo. Ese día tuve suerte, no sé cómo no me picó porque yo ese día bajé dos veces al pozo, primero bajé a desarmar y después baje a armar y fue ahí cuando se me apareció.


Alberto García le ha tocado lidiar reptiles, cuando narra lo sucedido, lo que le tocó vivir con estas víboras no se alegra, más bien sabe que es algo con lo que le ha tocado toparse y matar una víbora ha sido más bien un acto de defensa y no una proeza deportiva ni un logro como cazador. Nadie sabe qué hubiese ocurrido sino mataba a esas víboras, lo que si es cierto que cómo trabajador de profundidades no podía hacer otra cosa que defenderse del ataque de una víbora de Coral.


Alberto García trabajo mucho tiempo con Oscar Bellendir, también hubo otros compañeros que trabajaron con él, como lo supieron hacer “Lucho” Villafañe y Juan “el enano” Lince.

Hubo un tiempo que en la zona había poco trabajo Alberto se refiere a ello…

Alberto García y Oscar Bellendir junto a un auto de competición que solían pasar por Winifreda

Hubo un tiempo que en la zona había poco trabajo Alberto se refiere a ello…

_En una época en la zona teníamos poco trabajo, y vienen a proponerme hacer un trabajo en La Humada. Yo medio que dudaba, era un laburo muy lejos para ir, yo ya había ido a La Pastoril cuando trabajaba con “El Chiche” Belke. Y ahora los que me habían venido a buscar eran de Eduardo Castex y tenían un campo allá en La Humada. Era un campo fiscal que tenían ellos, y tenían que hacerle mejoras porque si no el Estado se lo iba a sacar. Esto es así porque hay acuerdos que se hacen y había pasado mucho tiempo y no le habían hecho mejoras. Los campos fiscales, son campos abiertos, no hay alambrados están divididos o medidos por mojones, en cada esquina hay un mojón, y están medidos de a leguas. El trabajo que teníamos que hacer era una aguada. La cosa que me convencieron. Y allá fuimos. Estuvimos 15 días allá en La Humada. Desierto total, no había nada. Pura arena, jarilla y alpataco. Ese viaje lo hicimos con Lince y Villafañe. Fuimos en el mes de octubre de 1979, nos encontramos con un cura que sabía todo. Lo primero que hicimos al llegar fue ir derecho al pueblo, primero llegamos a “Algarrobo del Águila”, ahí nos encontramos con una gente que andaba con un camioncito cargado de chivas. Ellos nos ven y nos preguntan si vamos a subir la barda, le decimos si, que íbamos pa La Humada. Esto tiene que haber sido tipo 3 de la tarde, hacía una calor bárbara. Entonces nos dicen ‘no van a poder subir, nosotros quisimos subir y se nos apunó el camión y me tuve que volver, van a tener que esperar a la tardecita que refresque. De donde nosotros estábamos la barda estaba a una legua y media. Así que nos quedamos ahí, y aprovechamos que estábamos ahí nomás del río. Nos íbamos al puente y de ahí nos largábamos al río, por ahí salté arriba de una piedra, justo en el talón, un dolor impresionante. La cosa que arrancamos a la tardecita, remontamos la barda. Por allá lejos se escucha que viene una “forá”. Y también se escuchaba entre la jarilla ‘nos vas a matar, afloja la marcha…’ era la voz de una mujer y también se escucha la voz de un hombre, y cada vez más cerca el ruido del catango “chaz chaz chaz”, y nosotros ahí parados sobre la barda, para bajo era un camino todo entoscado, y por ahí apareció, cuando nos ve a nosotros a unos 200 metros afloja la marcha, pero para esto ya venía ligero, y pegó el grito ‘no tengo freno, no tengo freno, tírenme alguna tosca abajo porque no tengo freno. Así que los 7 u 8 que estábamos ahí a la pasada nos agarramos a la “forá” y nos llevó a la rastra a todos, pero la pudimos frenar. Sabés donde la terminamos de parar, mirá justo estaba cortada la barda, ahí a metros de la pared de la barda, ahí en esa pared estaba Ceferino Namuncurá, y eso fue como si Ceferino hubiera dicho hasta acá llegaron. Ellos venían de Mendoza, habían ido a una fiesta, habían viajado toda la noche, pararon en La humada un rato a comer, y después siguieron viaje. Después de eso empezó la discusión. La mujer estaba desesperada lo quería cagar a palos al hombre que manejaba…


Alberto García tiene más sobre ese viaje, un viaje que hicieron junto a Juan Lince y Lucho Villafañe a La Humada para realizar un trabajo en ese campo del oeste pampeano. El trabajo que tuvieron que hacer fue una Aguada.



Alberto para los que no estamos habituados a determinados conceptos, explicanos de manera simple en que consiste una aguada.

_Bueno la aguada completa es el molino, el tanque, las bebidas, y una casita. Hicimos la aguada completa. El agua ahí estaba a 18 metros, tuvimos la mala suerte de toparnos con una piedra de un metro de espesor y no pudimos perforarla. Así que quedo todo armado pero no pudimos llegar a sacar agua.


Ah te comento que cuando nosotros llegamos a La Humada fue de noche, había en ese momento un grupo de enfermeras de la escuela de enfermería de La Pampa, estaban ahí haciendo sus prácticas junto al ejército y estaban trabajando en una campaña contra “el mal de Chagas”. Mirá de lo que me acuerdo cuando llegamos había un partido, los paisanos habían armado un clásico, de un lado los de Boca y del otro los de River, con cuchillo cruzado por la cintura y todo, jaja. Después del partido hubo empanadas y guitarreada. Después pasaron la gorra para la propina. Esa noche el cantinero nos dejó acampar atrás del boliche.


Alberto, hace un rato me hablaste de que ustedes le consultaron a un cura que sabía todo…

_Si, ese cura tenía un mapa hecho de los campos, todos numerados. La cosa que él nos guio y nos indicó donde teníamos que hacer el trabajo, ahora para llegar a ese campo era todo alpataco y jarilla. Y ahora como hacíamos para llegar allá arriba. La cosa que Vialidad estaba haciendo unos trabajos ahí cerca, ellos nos abrieron camino.



El trabajo de molinero muchas veces es trabajar con lo incierto, con no saber lo que puede ocurrir.

_Bueno nos abrió camino vialidad, pero había que llevar todo lo que se necesitaba para construir la aguada, y el lugar a donde teníamos que hacer la aguada era cuesta arriba y ese terreno era todo medanoso, sabés como lo subimos con la ayuda del ejército. El ejercito que estaba en esos días con la campaña contra “el mal de Chagas”. Le explicamos a uno de los jefes, y él nos tiró con un camión Unimog, como trepan esos bichos. Son cuatro por cuatro.

Ah y sabés que me pasó con el tema del talón que me había golpeado en el río, resulta que termino yendo a hacerme ver el talón con el grupo de enfermeras que estaba en La Humada, enfermeras que estaban haciendo las prácticas y estaban con la campaña contra “el mal de Chagas”. Cuando voy me encuentro con mi hermana Mirta que estudiaba enfermería, y cuando nos vimos nos mirábamos y abríamos los ojos (ríe Alberto al recordarlos), y ahí los dos preguntando que hacíamos ahí…la cosa que me revisó y me dio un antinflamatorio, y así se me pasó el dolor.



La vida en los campamentos de quienes les toca andar en el camino se basa en asado, comidas de olla como pucheros o algún estofado. En esa época Alberto cuenta que se comía mucha carne de oveja, porque el novillo es una carne cara. Así que solíamos comprar cordero. Las bebidas se solían enfriar envolviendo la damajuana con bolsa de arpilleras que eran mojadas y colgadas debajo de algún caldén para que el fresco de la sombra y el viento a mantuvieran frías, o bien eran enterradas en un pozo, si estaban en algún lugar con río se solían poner a enfriar en el cauce del río. Las infusiones siempre fueron, para ello, el mate cocido o el mate.


_Ah sabés que nos pasó cuando cruzamos del puente para allá en “Algarrobo del Águila” había un puesto caminero y el milico me dice ‘¿qué llevas arriba?’, era un milico solo. Y le digo, nada que voy a llevar, cosas para hacer la comida y una damajuana de vino. Entonces me dice ‘vas a tener que dejarme 1 litro de vino’. Que los otros (Juan “El enano” Lince y “Lucho” Villafañe) zapateaban porque viste jaja…No le digo y nosotros después donde vamos a conseguir vino. Si dice el milico si allá ustedes van a conseguir, yo acá no puedo comprar, al final le digo a los otros, bueno traigan vamos a dejarle un litro de vino. Y le digo pero este vino está caliente. El milico me dice no te hagas problema que yo lo enfrío. La cosa que viste que nosotros tuvimos que estar un buen rato esperando para seguir viaje porque se podía apunar la chata como se apunó el camión que llevaba las chivas, bueno y viste que nos quedamos metidos en el río, ahí en el puente, en ese lugar donde me golpeé el talón, bueno…en un momento desde el río miro y le digo al “Lucho” mirá allá bajo el puente, ahí estaba la botella del milico, atada con un hilo, la tenía refrescando, y de donde tenía la botella al puesto estaba a unos 50 metros más o menos. Él estaba allá sentado a la sombra. La cosa que cada vez que pasábamos para tirarnos del puente le dábamos un traguito, todavía al principio el “Lucho” dice todavía le falta un poquito, así hasta que nos fuimos, se la vaciamos, después se la volvimos a llenar pero con el agua del río… (Alberto vuelve a reír al recordarlo)


La cosa fue a la vuelta, volvíamos y pensábamos uy ahora tenemos que pasar de nuevo por el puesto de la caminera, y yo venía con un cuero de vaca holandesa colorada que me había regalado el puestero. Yo lo traía para tenerlo de alfombra. Cuando llegamos al puesto pensábamos uy ahora nos agarra el milico que le chupamos el vino y nos va a meter preso por chuparle el vino…Pero no, había otro milico, otra vez las preguntas…y yo traía el cuero de vaca a mis pies. El milico mira y me dice, ¿y eso que hay ahí abajo que es? Entonces le digo que es un cuero de vaca que me regaló el puestero. Y otra vez empezó el baile, el milico me decía que ese cuero podía ser de una vaca que podíamos haber carneado nosotros, y le digo pero si el cuero está re seco. Nos hizo bajar el cuero, revisar la marca del cuero y al final la marca del cuero coincidía con la marca del puesto. Nos tuvo como dos horas ahí. Finalmente seguimos viaje y me traje el cuero que hasta hace poco lo teníamos con Esther de alfombra.


EL MOLINO QUE LE REGALÓ SU HIJO EZEQUIEL.

Luis Alberto García, “El Cabeza” García para muchos de sus amigos y compañeros, trabajó 56 años como molinero. Un día tuvo que dejar producto de haber sido afectado por el virus Covid.

Los últimos años de Alberto como molinero fueron con su hijo mayor Ezequiel como así también con Joel, hijo de Ezequiel, y nieto de Alberto.

Alberto sufrió no solo el covid sino que junto con el covid tuvo neumonía y sus pulmones ya no volvieron a ser los mismos. Alberto dejó de trabajar como molinero hace 2 años. Alberto además de haber sido molinero se dedicó en una época a la apicultura.


Alberto junto a sus hijos (Ezequiel, Pablo Iván y Maite) con la máquina de enterrar caños

_Yo empecé con mi hija Maite, se hizo una cooperativa con varios apicultores del pueblo. La intendenta Adriana García ya en su primer gobierno nos apoyó. Después por una cosa u otra no siguió la cooperativa. Alberto llegó a ser el presidente de la cooperativa de apicultores de Winifreda. Adriana como intendenta nos consiguió subsidios, nos consiguió el terreno, nosotros como cooperativa fuimos adquiriendo de a poco, abejas y materiales para trabajar. Pudimos en un momento tener nuestra planta de extracción.


Entre los apicultores estábamos, nosotros, Oscar Puegher, Nelson Schall, la Señora de Gabellota. Pero no pudimos seguir, teníamos que hacer balances que nos resultaban muy caros, tuvimos mucha mortandad de abejas. Algunos seguimos por cuenta propia. Hasta que en un momento no me pude dedicar más a las abejas. Con mi trabajo de molinero no podía dedicarle el tiempo necesario. Llegué a tener 100 colmenas, un lindo lote, pero no pude seguir porque tenía mucho trabajo como molinero y si no podes dedicarles tiempo a las abejas se te mueren. Entonces dije bueno basta, las dejé; hoy lo que hago es comprar tambores de miel, fracciono y vendo miel en frasquitos. Sigo en actividad, un poco más tranquilo, la camioneta con la que trabajé de molinero la tengo a la venta al igual que todas las herramientas con las que trabajé como molinero, ya tengo un comprador así que en cualquier momento ya la vendo. Y como algo de ese pago puede venir en forma de miel, creo que la voy a vender, porque una cosa de la miel es que la miel no se echa a perder y además su valor de venta siempre es bueno. La miel siempre es una buena inversión. Así es la vida…



Este cronista agradece a Alberto y a Esther por la amabilidad con la que lo han recibido para poder realizar esta entrevista que hoy podemos disfrutar cada uno de los que la lean y la comenten.

Fer Catuto Ojeda.



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