top of page
banner_QuemasPrescriptas_737x125.gif
parque acuatico winifreda logo nov 2023 - 400.jpg
publi chica 2.jpg
cewtv 300.jpeg
fabricio fischer - 400.jpg
celeste publi feb 23.jpg
Carlos Kisner 200
  • Foto del escritorWinifreda

"Hasta siempre Analía, que ese barrilete cósmico te haga volar alto, bien alto"

Un par de veranos atrás, en la playa de Monte, alguien se acerca y me pregunta si yo era Pablo Curino, para gran sorpresa era Analía. Por ese entonces yo ya había publicado el libro : "Winifreda mi infancia" y a ella estuvo dedicado el último capítulo.


No nos habíamos visto más desde nuestra infancia por lo que fuimos unos adultos hablando del pasado por un par de horas. Cuando se despidió hizo un gesto como el que hacen las bailarinas de vallet al terminar su acto y con una enorme sonrisa me comenta: " ya ves, no te perdiste de mucho", yo reí respondiendo con no recuerdo que galantería y por escasos segundos volvimos a ser esos dos niños jugando a ser adultos.

Fue la última vez que nos vimos. Hasta siempre Analía que ese barrilete cósmico te haga volar alto, bien alto...



Capítulo 24 ANALÍA


Esa noche habíamos ido a cenar a lo de unos amigos de mis padres y en un extraño arrebato de bondad, mi hermano me preguntó si quería acompañarlo a una casa vecina, donde vivía una compañera suya. Cuando entramos me presentó como al descuido a su amiga y al entrar a la cocina la vi. Estaba sentada a la mesa, derechita, rubia con un largo mechón que le enmarcaba el rostro, pelo corto hasta los hombros, de ojos claros que al mirarme y sonreír me dejaron petrificado, parado en medio de la nada, solo su cara, su sonrisa y esa mirada.

− ¿Te sentás o qué? −de pronto me trajo a la realidad mi hermano.

−Ella es Analía, mi hermana −oí por primera vez ese nombre, letras sueltas que un minuto antes no significaban nada y en ese instante se juntaron por primera vez para formar un palabra, que daría identidad a una persona. Nombre que unos minutos antes no provocaba el menor efecto y luego sería dicho, pensado, gritado, callado, extrañado, amado y… hasta escrito tantos años después.

−Él es Pablo− me acerqué y le di un beso en la mejilla, creo recordar que se ruborizó. Yo seguro que sí.

No recuerdo mucho más de esa noche, solo que la miraba de reojo y ella a veces también y por momentos nuestras miradas se cruzaban unos segundos. Mi hermano prendió un cigarrillo y me convidó uno. Yo con mis once años recién cumplidos, quería demostrar que ya tenía mucho mundo recorrido y lo acepté. No era la primera vez que fumaba, ya les había robado a mis viejos muchos “Dr. Pin” que eran unos cigarros que venían con boquilla, o algunos “Benson”, pero siempre que podía prefería mentolados, ya que no tragábamos el humo y estos nos dejaban un gusto rico en la boca.

−Sos muy chico para fumar −me dijo la hermana de Analía, pero yo al mejor estilo Franco Nero que había visto en el cine de José, solo entorné los ojos y dejé que el humo saliera lentamente de mi boca, sin siquiera toser.

Al rato nos fuimos pero ni bien me levanté al otro día fui al encuentro de la única persona que me podía ayudar, y que tantas veces más me ayudaría: mi querida prima Patricia, compinche de tantas buenas y malas, de tantos secretos.

− Pablo, es Analía, si va a mi mismo grado,

¡Sí, Dios existía!, pensé.

−Yo nunca la había visto, es preciosa –exclamé.

−Sí que la viste, lo que pasa que vive en el campo, a cinco leguas, por eso no está tanto acá ¿querés que la invite a jugar? −me contuve las ganas de abrazarla, no quedaba bien mostrar tanto interés aún ante mi prima.

Unos días después Patry me avisó que la había invitado a la tarde a hacer los deberes, que fuera a eso de las tres. Me pasé las siguientes horas viendo cómo el maldito reloj se empeñaba en no mover más rápido sus agujas y a eso de las tres y media, me aparecí como quien no quiere la cosa, con un estilo Paul Newman en “El golpe”. Transcurrió la tarde hablando, jugando a las cartas, yo contando chistes para provocar su risa y la abuela Mery que nos traía galletitas y así como al pasar comentaba lo inteligente y guapo que yo era. El reloj esta vez para hacerme la contra movió sus agujas a toda velocidad y en segundos ya Analía se tuvo que ir.

Al otro día después de la escuela, fui a ver a Patry y ya sin disimular mi interés le pregunté: −Me dijo que la pasó bien y que se rió mucho con vos −ésa siempre fue mi principal arma.

− ¿Pero nada más? ¿Yo le gusto?

−No sé, no me dijo nada –claro, pensé, una mujer así no se conquista de un día para otro.

Sin embargo, ella empezó a ir a jugar más seguido con mi prima y eso me llenó de valor. Como dos meses después, cuando ya hasta podía hablarle sin sonrojarme tanto, volví al ataque.

−Patry, dale. ¿Le gusto o no?

−Creo que un poco sí −y de pronto el sol brilló más fuerte, las flores desplegaron su mejor perfume, los pájaros me cantaron canciones de amor, hasta que…

− ¿Un poco?

−Sí, que le gustas ¿querés que te haga gancho?

− Prima, quedaría en deuda de por vida− y aún lo estoy.

Hacer gancho, significaba lisa y llanamente que le preguntaba si quería ser mi novia, no era que yo fuera cobarde, era lo que se estilaba en la época… bueno, hubo un poco de las dos cosas.

Pasé toda la mañana, viendo mover los labios de la maestra pero sin escuchar ningún sonido. Tito me hablaba en cantones y una cuenta insistió en que la repitiera 8 veces para obtener resultados, hasta que por fin sonó la campana para irnos.

Esta vez no esperé ni a comer ni disimulé nada, fui corriendo al encuentro de Patry.

−Dijo que sí, que quiere ser tu novia − y al sol, las flores, los pájaros se le sumaron campanas y violines, y eso que aún no sabía que sonaban violines cuando uno se enamoraba. La abracé a Patry y ella no paraba de reírse− estás re loco, hoy viene a casa.

¿Y ahora? La verdad que me moría de miedo aunque no quería admitirlo, ¿cómo debía actuar ahora que era mi novia? No me parecía que ningún personaje de ninguna película pudiera ayudarme esta vez, por lo que decidí hacer mi entrada triunfal, abrí la puerta, dije hola y me tropecé con la alfombra cayendo estrepitosamente al suelo. Todos se rieron, ella también… pero distinto.

−¡Sos pavo! −me dijo y con una mirada cargada de ternura, se corrió para que me sentara a su lado. Un momento después la tía Susy llamó a Patricia, aún hoy sospecho que estuvo preparado, y nos quedamos solos. Estaba completamente mudo, sin saber qué decir. Ella luego de una breve pausa con esa voz tan dulce, comenzó a contarme de su vida en el campo, yo solo la escuché totalmente embelesado, totalmente enamorado, sintiéndome “el hombre” más feliz del mundo. Cuando la vinieron a buscar, esta vez su beso en mi mejilla duró unos instantes más que lo habitual.

De pronto todo cambió, cosas importantísimas hasta ese momento dejaron de serlo, los juguetes ya no divertían tanto y todo lo que mínimamente se relacionara con ella cobraba una relevancia mitológica.

La escuela por ejemplo, antes tan aburrida, se había transformado en objeto de deseo dado que me daba la posibilidad de verla en los recreos. Por supuesto que lo teníamos que hacer de la forma más disimulada posible ya que nadie debía enterarse, a esa edad tener novia escapaba a toda lógica. Las mujeres no se sabía bien para qué estaban, pero no tenían nada que ver con nosotros. Una de las peores situaciones por las que uno podía pasar y muchas veces motivo de agarrarse a trompadas, era que te vieran hablando con una chica a solas, en seguida todos empezaban a cantar “Tiene novia, tiene novia” y era un insulto tan malo como si alguien dijera algo sobre tu mamá.

Así entre recreos y tardes de juegos nuestra relación y nosotros fuimos creciendo. Aún la recuerdo tan vivamente, verla corriendo hacia mí, con una camisita negra con flores, riéndose, dándome un beso e invitándome a jugar a la mancha o a la escondida. O en esas tardecitas perfumadas de primavera, sentándonos en un banco de la plaza algo oculto para que nadie nos viera, tomados de la mano y hablando por horas. O yendo a escondernos en algún rincón de la escuela en el recreo largo, comprarle caramelos eucaliptus que le encantaban y ella chocolatines Jack que venían con los personajes de Hijitus y Titanes en el Ring que yo coleccionaba.

El último día de clases quedamos en encontrarnos en nuestro rincón secreto, los dos tristes porque en el verano no podríamos vernos todos los días.

−No te preocupes −me dijo− yo voy a ir a jugar seguido con Patry.

−Sí, pero te voy a extrañar, todo es raro, no puedo creer que me ponga triste porque empiecen las vacaciones.

−Bueno, para que no te pongas mal y no me extrañes tanto, te voy a dar un beso.

Sonreí y me dispuse a recibir uno de esos besos en la mejilla que me hacían levitar, pero esta vez me dijo cerrá los ojos, me tomó la cara con sus dos manos y nos dimos, o mejor dicho me dio, el primer beso en los labios. Esta vez las agujas del reloj se detuvieron y una parte de mí se quedaría eternamente en ese lugar y en ese instante.

Transcurrió el verano, intercambiándonos cartas que llevaba y traía Patry, donde nos jurábamos amor eterno y creábamos distintos futuros juntos. A veces venía al pueblo o nos pasábamos alguna tarde en la pileta donde le enseñaba a nadar.

Muchos recuerdos se han perdido, pero aún conservo la sensación de felicidad, de reírnos mucho de todo. De empezar a sentirme adulto. De estar haciendo ya cosas de grandes.

Y de a poco mis amigos, al vernos tanto juntos, empezaron a hacer preguntas y yo, entre las ganas de gritarlo a los cuatro vientos y que ya me era muy difícil disimularlo más, un buen día me armé de coraje y confesé el terrible secreto. Aguanté estoicamente sus cargadas, que al principio fueron insoportables pero luego con el tiempo, no sé si por la costumbre de vernos juntos o porque todos empezaban a sentir algo distinto por el sexo femenino, fueron disminuyendo hasta desaparecer y comenzaron a aceptar como algo normal que estuviéramos de novio.


Y así llegaron los primeros “asaltos”. No, no es que empezara una carrera delictiva, llamábamos de ese modo, vaya uno a saber porqué, a juntarnos en casa a bailar. En general uno era el encargado de poner los discos en el “Winco”, los precursores de los “DJ” actuales. Las chicas traían comida y nosotros gaseosa. Disponíamos dos filas de sillas contra la pared, en una se sentaban ellas y en otra nosotros, sexos enfrentados y a animarse. Analía y yo esperábamos ansiosos las últimas horas, donde quedábamos solo las parejas y bailábamos lento. Sensación de pertenecer a un grupo selecto.

Cómo iba a saber a esa edad la importancia de una de las reglas de oro de la vida: “La felicidad no debe depender de otra persona”, todavía no había sufrido ningún engaño amoroso, por lo que mi amor era simple y hermosamente ingenuo, sin barreras protectoras. Fue por eso que no entendí nada cuando comenzó lentamente a venir menos, cuando algunos recreos dejó de verme, cuando sus besos comenzaron a ser más fríos.

Días después me dijo que quería que volviéramos a ser “solo” amigos.

Como entonces no tomaba alcohol, decidí pelear la tristeza yendo a remontar barriletes. Me habían regalado para el cumpleaños uno hermoso, la cara de un payaso, dibujada sobre una estrella blanca y el fondo de color verde.

Fuimos con unos amigos a un terreno al que íbamos siempre porque no tenía arboles. En general estábamos muy experimentados en este arte, mamá era una perfecta arquitecta en hacer barriletes y nos había enseñado a buscar las mejores cañas, qué papel barrilete comprar, cuán larga tenía que ser la cola de trapos y otros detalles.

Remontar este barrilete no artesanal fue muy fácil. Enseguida el viento lo elevó más alto que los otros y comencé a mover el hilo para que realizara diferentes piruetas. Se veía majestuoso y todos lo miraban maravillados, hasta que vino de la nada una ráfaga de viento muy fuerte y lo embolsó. Quise comenzar a recoger el hilo pero tiraba con mucha potencia, todos empezaron a gritar que lo bajara y no me daban las manos hasta que de pronto se levantó otra ráfaga, me corto el hilo y el barrilete luego de dar una vuelta sobre sí mismo en una especie de saludo, se alejó hasta perderse de vista. Y así en pocos días perdí a mi novia y mi barrilete, era el ser màs desgraciado que podía pisar este triste mundo. No aguanté más, unas lágrimas se escaparon de mis ojos y ni siquiera intenté ocultarlas para que no me cargaran. Nadie lo hizo, todos comprendieron la tristeza de perder un barrilete tan bonito en la primera remontada.

Los siguiente días los pasé solo con la compañía del Poli que no se movió ni un segundo de mi lado. Con sus ojos tristes no dejaba de contemplarme. Yo no quería ver a nadie ni estar con nadie, perdí el apetito y ni la tele miraba. Y en ese estado letárgico pasé unos días hasta que de pronto Patry me vino a buscar.

Ella volvía de pasar unos días en el campo de Analía, que como dije quedaba a cinco leguas (25 km.) del pueblo. Iban caminando las dos cuando algo que brillaba en el piso les llamó la atención, se acercaron despacio movidas por la curiosidad, ya que el color del objeto resaltaba del monocorde marrón de la tierra arada y cuando llegaron al lugar vieron a un maltrecho pero aún entero barrilete. Patry lo reconoció enseguida y le dijo sin salir de su sorpresa que yo lo había perdido hacía unos días, tras lo cual Analía permaneció un rato pensativa y luego con ojos vidriosos le comentó que esto era cosa del destino, teníamos que volver a estar juntos. Las posibilidades que mi barrilete recorriera 25 kilómetros, solo llevado por el viento y terminara justo en el campo de ella y no en otro, eran prácticamente imposibles, y sin embargo sucedió. Era un mensaje que no se podía dejar de escuchar. Parecía que el barrilete lo había hecho a propósito para volvernos a juntar Al ir creciendo fui perdiendo la fe y hoy me inclino a pensar que los hechos son anárquicos y las cosas pasan porque tienen que pasar sin ningún tipo de conexión entre ellas, pero muy en mi interior extraño mucho los milagros de aquella época.

Analía al otro día me trajo el barrilete y en el mismo acto los recuperé a los dos.

Al lector romántico le sugiero que no lea los párrafos que siguen y que si quiere un final feliz se quede en el punto anterior. O también podría inventar uno y decir que me casé con mi primer amor y conservamos el barrilete colgado en un sitio de honor. Pero la realidad es que como pasa casi siempre, ya sin recordar cómo ni cuándo, en algún momento ambos dejaron de ser parte de mi vida. Sin embargo, muchas veces deseé volver a tener ese barrilete con cara de payaso, para salir a remontarlo y que con su loco vuelo, me trajera de nuevo al amor que se había ido.

Último capítulo del libro "Winifreda mi infancia" 2017 - Pablo Curino



 

cew - publi.jpg
aca 100 años publi ene 2023 b.jpg
el abuelo rene - abr 2023 - 400.jpg
plex ago 2023_edited.jpg
cewtv banner.jpeg
¿Cuál es tu opinión de ésta noticia?
bottom of page