La Pampa fue parte en 2023 del terremoto político que sacudió al país. Una montaña rusa de hechos, sensaciones y cambios de rumbo que pusieron en vilo a cada argentino. Un año que se estiró a más no poder entre la incertidumbre y el malestar que golpearon a todos. Nada en política es seguro, y este año lo demostró.
Repasémoslo en términos electorales: en mayo fue reelecto el gobernador Sergio Ziliotto ante una oposición que venía envalentonada por el resultado del 2021, y que ganó unos 18 municipios; en agosto la sorpresiva ola Milei sacudió todo lo conocido; en octubre la milagrosa remontada de Massa volvió a plantear un escenario disputado; en noviembre el triunfo arrollador de un outsider como el libertario mostró que ya nada va a ser cómo fue en la política nacional.
Las dos pampas distintas y mayo
En La Pampa parecen convivir paradójicamente dos realidades políticas muy disímiles y paralelas: en lo provincial se vota un gobernador peronista y se respalda la continuidad de un modelo de Estado con un rol activo y presente; en lo nacional se vota un presidente que arrasa con todo lo estatal, mete una megadevaluación y libera salvajemente al mercado para que haga de las suyas.
Vamos a la primera parte. Se votó el 14 de mayo y el peronismo acertó en adelantar la fecha para despegar la elección local de la nacional. El gobernador Ziliotto revalidó el cargo en las urnas con el 47% de los votos, y el empuje provincial permitió conservar las intendencias de Santa Rosa y General Pico.
La oposición de Juntos por el Cambio, más allá de la interna que nuevamente disputaron la UCR y el PRO, llegó unida y con ganas de intentar dar vuelta la historia, impulsada por el resultado del 2021 y por un panorama nacional que parecía, hasta ese momento, favorecerla. El candidato a gobernador fue Martín Berhongaray que logró el 42%, una de las mejores elecciones de la oposición en estos 40 años de democracia. Un resultado “empujado” desde abajo por los triunfos locales: JxC ganó sorpresivamente 18 municipios y comunas.
Lecturas de un resultado
Hubo distintas lecturas sobre el resultado, y pases de factura de un lado y del otro. Pero en retrospectiva, que siempre es más fácil de analizar, hay dos cuestiones a observar: el triunfo de Ziliotto se destacó en un contexto nacional de derrumbe de un gobierno nacional desastroso y de las derrotas que se sucedieron en los peronismos provinciales. La Pampa fue un oasis político para el PJ. Por otro, los resultados opositores favorables en el interior marcaron que había un estado de cosas latente, una necesidad de cambio, que fue el germen para lo que ocurrió con las presidenciales.
¿Cuáles fueron los pilares desde los que Ziliotto logró la reelección? La unidad del peronismo local, más allá de los chisporroteos de siempre que no pasan de amagues, y sobre todo la gestión que le dio legitimidad y capital político.
Del lado de JxC hubo un cambio que se fue notando a partir de mayo y que modificó el eje en la configuración opositora. Poco a poco los intendentes (que suman 28 radicales y 6 del PRO) comenzaron a tomar protagonismo y a pedir espacio. Una renovación que se venía reclamando. El eje político pasó de centralizarse en Santa Rosa, donde se acumulan las derrotas, a virar hacia el interior, donde está el poder territorial.
Se viene la montaña rusa
Pasemos al momento en que la política provincial, como reflejo de la nacional, empezó a sentir que se le movía el piso. Aunque había señales, nadie las quiso ver hasta que se empezaron a contar los votos el domingo de las PASO.
Las dos fuerzas tradicionales llegaron a las primarias en pleno debate. En JxC se desató una descarnada interna entre Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta, que arrastró a todos. Sus representantes en La Pampa también se enfrentaron: Martín Ardohain del PRO y Francisco Torroba de la UCR. Sorpresivamente, ganó Bullrich y ganó el PRO. El radicalismo pampeano sufrió un duro golpe que continuó agitando los debates internos.
El peronismo fue más caótico. Llegó desarmado y con una gestión nacional envuelta en la bronca ciudadana, activada por la inflación galopante. Al momento de definir su candidato, e pasó en horas de uno K a imponer a Sergio Massa, el único que podía darle algo de esperanza. El gobernador Ziliotto fue uno de los artífices de esa movida para intentar frenar, al menos un poco, la debacle que se temía. En La Pampa también se lanzaron varias candidaturas, todas sin demasiado apoyo, hasta que finalmente Ariel Rauschenberger se puso la camiseta a última hora para hacer la elección más decorosa posible.
La sorpresa y el infierno tan temido
Y llegó en agosto la sorpresiva ola Milei. Un outsider de la política, sin estructura (ni un concejal en la provincia) que venció a los dos partidos tradicionales por primera vez en la historia. Nacional y provincial. Golpeado, el peronismo reaccionó y Ziliotto se puso al hombro la campaña. La milagrosa remontada de Massa en octubre fue obra de un peronismo militante. Y luego llegó la segunda vuelta para confirmar la derrota del oficialismo.
Las elecciones nacionales también marcaron una reconfiguración del peronismo provincial. El eje en el PJ comenzó a girar: la centralidad de Ziliotto legitimado por las urnas que se plasmó en un gabinete a su medida, pero también el cambio de eje político que pasó de General Pico, que acumula derrotas, a Santa Rosa, que gana gracias al empuje del gobernador. El repliegue del kirchnerismo, borrado de la campaña nacional, fue otro movimiento en ese sentido.
Las últimas semanas desde que asumió Milei como presidente formaron parte de esa montaña rusa a la que nos referimos, y que parece haber entrado en una pendiente sin fin. Hubo anuncios y medidas para todos los gustos. Caputazo y decretazo económico y motosierra a todo lo estatal. Y la apertura indiscriminada al mercado. Ziliotto, como integrante de la Liga de Gobernadores peronistas, los ocho que quedaron, ya plantó bandera para resistir los embates que golpearán a la provincia y a cada pueblo. No hay plata repiten exultantes muchos de los votantes de Milei, un el latiguillo del libertario para justificar las medidas que vienen también por ellos. La gente, adormecida o esperanzada, solo espera que de algo sirva el drama que están viviendo. Casi como las familias de la película Dejar el mundo atrás. Un mensaje más que oportuno que nos habla de un apocalipsis que no se ve con claridad, pero se lo siente venir.