Luego de 140 años hubo un casamiento rankülche en Leuvucó
- La Pampa
- 27 jun 2018
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Debieron pasar unos 140 años para que nuevamente en el legendario paraje de Leuvucó se realizara un casamiento rankülche.

Juan y Natalia prometieron amarse, en las buenas y en las malas, hasta el fin de sus días. Fue entre el sábado y el domingo pasado, alrededor de una fogata y en el frío de Leuvucó, en una ceremonia comandada por la machi Ana María Domínguez.
Leuvucó -ubicado al norte de Victorica y donde había una laguna y hoy queda un salitral- era el centro del poder ranquel. Allí vivieron, entre otros, los caciques Carripilún, Yanquetruz, Painé, Mariano Rosas y Epumer. Cerca también estuvieron asentados Manuel Baigorrita y Ramón Cabral.
La capital ranquel fue abandonada ante el paso de las tropas del Ejército en 1878, en la llamada Campaña del Desierto. Sus líderes y sus descendientes fueron ejecutados, desplazados o esclavizados.
Desde ese momento, la capital permaneció vacía. Nunca más, que se recuerde, hubo un casamiento ranquel en ese lugar. Hasta este fin de semana.
Juan Pérez -descendiente ranquel, integrante de la comunidad Baigorrita- se casó con Natalia Martínez. Los dos son artesanos, de la premiada cerámica Tierra Ranquel.
“El viernes nos casamos por civil, ante un juez. Y el sábado por la noche, nos trasladamos a Leuvucó, donde se hizo la ceremonia del fuego sagrado y nos casó la machi Ana María Domínguez”, cuenta Juan a Diario Textual.
“Esta vez el casamiento fue entre una ‘winka’ y un ranquel”, dice. “¿Cómo fue la ceremonia? Fue emocionante y conmovedora. No teníamos en claro qué iba a suceder. Hacía años y años que no se hacía. Se prendió el fuego sagrado y ahí se hizo la presentación de la pareja. En medio de palines y los sonidos de los kultrunes”, sostiene.
Hubo, además, cuatro “consejeros” y dos “ñañas” o “abuelitas” que dieron sus consejos a la pareja.
La ceremonia duró varias horas. “Luego de la presentación, se hizo la vigilia del fuego sagrado, donde se parlamentó, y en la madrugada, ya a la salida del sol, se realizó la rogativa. En ese momento se confirmó la pareja”, explica. “Fue un momento único”, finaliza.
Ytamar Collado hizo un relato de la ceremonia. Es el siguiente:
Ansiedad, gargantas mudas, murmures…
Kultrunes presintiendo ceremonia, cientos de rostros iluminados en naranjas, de los fogones con caldera y algarrobos.
Algarabía contenida en los ñorquines, newenes acariciando los confines…
Todo está listo, la pareja se hace uno, unidad con el otro y con la Mapu, con el amor que el frío sella para siempre, ante la machi que es testigo de esa hora.
Caminan hacia el rewe y es como un vuelo,
Cruzan puentes de palines que trabajan
espantando los presagios de la noche.
Pero nada hay que temer ante ese fuego
porque sagrado nació y arde imponente
abrazando a ese amor que hoy luce fuerte
y que será bruñido para siempre.
Ella blanca, mujer de manos suaves,
que invade el barro para hacerlo suficiente, ceramista de aquellas, pariendo mil cacharros,
para su hombre que la mira hinoptizado.
Él es Rankel, de estirpe, cuero y garra, defensor de mil campañas, tiento y lanza,
pampa y viento, fuego y agua…
Compromiso ante miradas penetrantes,
ante la Machi, Vuta Chao, helada brava,
chinas de envidias, konas, noche y madrugada…
Llena de orgullo ella agradece en su mirada
Y es a su hombre al que hoy le cuesta el habla.
Gratos consejos de los Lonkos y otras lanzas
de los ancestros que bendicen la cruzada,
porque no existe unión perfecta sin trabajo
y el compromiso de amarse en buenas y en las malas.
Brotan los wewe, newenes danzan, lloran cornetas, visten de gala…
y los kultrunes suenan con ganas,
hay casamiento Rankel al alba!!!!